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sábado, 3 de noviembre de 2012

Los castillos del Vinalopó: Banyeres


Cerca de la Serra de Mariola, uno de los enclaves naturales más importantes de la provincia de Alicante, se alza otro de los castillos construidos a orillas del río Vinalopó. El castillo de Banyeres de Mariola ha sido uno de los que más tranquilos han visto pasar el devenir de los siglos, hecho que ayuda a su excelente conservación. Sin embargo, su aguerrido papel durante la Guerra de Sucesión lo han dotado de un aura de fortaleza inexpugnable que se extiende hasta nuestros días.


Edificado entre finales del siglo XII y principios del siglo XIII por los musulmanes almohades, se cree que la construcción bañerense es una de las más tardías de las nacidas a orillas del Vinalopó. Las huellas almohades se pueden observar en la torre del homenaje, de 17 metros de altura, construida mediante la técnica del tapial. Las bóvedas apuntadas que coronan la planta baja y la planta superior, que, originalmente, conformaban la torre maestra, fueron construidas mediante la técnica de la cimbra, consistente en la ubicación de una estructura – generalmente de madera – encargada de sustentar el peso de bóvedas y arcos durante el momento de la construcción de los mismos. Durante el proceso de restauración de finales del siglo XIX, entre la planta baja y la primera planta, se construyó una especie de entreplanta, separada del piso de arriba por una techumbre de madera.

Una de las primeras referencias que se tiene del castillo de Banyeres ya en manos cristianas es del 13 de octubre de 1249, cuando Jaume I – una vez rendidas y pacificadas las tierras de Biar y Ontinyent – decide otorgarle las llaves de la edificación a Jaufrido de Loayasa, quien, desde aquel momento, se convirtió en señor del castillo. Desde este primer alcaide, la fortaleza pasa por manos de diferentes gestores. A mediados del siglo XV, uno de estos señor, Jaume d’Artés, vende la villa y todas las posesiones ubicadas en el término municipal a la vecina Bocairent. Sin embargo, esta cesión de la soberanía no llegaría a durar dos siglos, pues en 1628 Banyeres vuelve a ser independiente.



Pero la verdadera importancia de la villa de Banyeres de Mariola, de sus habitantes y del castillo aparece a principios del siglo XVIII, durante la Guerra de Sucesión que enfrentó a tropas de Felipe d’Anjou con las del Archiduque Carlos. Los habitantes de Banyeres decidieron sumar sus fuerzas al bando borbónico, lo que provocó, durante todo el año 1706, un duro hostigamiento por parte de las tropas carlistas. Hasta siete ataques fueron los que la fortaleza tuvo que soportar, siendo el más grave de ellos el llevado a cabo por Juan Manuel de Noroña. El 14 de noviembre, en un último intento por rendir la villa, las tropas de Noroña – conformadas por 5.000 soldados – desplegaron todo su potencial ofensivo contra la construcción. A pesar de haber agotado la munición y haber tenido que recurrir al lanzamiento de piedras y al incendio de varias partes de la edificación, a los hombres de Noroña les fue imposible rendir el castillo, defendido por un pequeño número de habitantes de Banyeres. Finalmente, este destacamento austracista abandonó su empeño y se marchó del lugar, no sin antes quemar parte de las viviendas de los bañerenses.



La resistencia del castillo de Banyeres frente a tan numeroso grupo de enemigos tiene su explicación en los poderosos métodos de defensa que se construyeron pocos años antes del inicio de la Guerra de Sucesión. Los más destacables fueron la construcción de una muralla defensiva en mampostería, en sustitución de la primigenia muralla almohade, desmantelada para dar paso a la nueva. A esta importante barrera defensiva se sumaban otros elementos importantes, como el acceso a la torre del homenaje, situado en la cara sur a más de dos metros de altura, lo que impedía el uso de arietes para derribar el portón. Sin embargo, el sistema más novedoso y eficaz de protección era el mecanismo de escaleras abatibles, que permitía la retirada de las mismas para impedir a los atacantes acceder a la torre e intentar ascender por ella a los pisos superiores.

En la actualidad, el castillo de Banyeres mantiene un excelente estado de conservación y es la sede del Museu Fester en homenaje a Sant Jordi, patrón bañerense, y de la Asociación de Amigos del Castillo. A pesar del estado de ruina en el que se encontraba a finales del siglo XIX, que llevó a un acuerdo para su demolición a principios del siglo XX, una urgente aunque rudimentaria restauración a base de hormigón ayudó a que los maltrechos muros de la fortaleza se mantuviesen en pie. En 1949 fue declarado Monumento Nacional y, años más tarde, fue declarado Bien de Interés Cultural. Estos honores propiciaron otra restauración, mucho más profunda, durante los años 80, que mejoraron notablemente el aspecto de los muros y reforzaron los materiales constructivos.

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